Un murmullo, convertido en eco, se desató en el Dorothy
Chandler Pavilion de Los Ángeles en 1999 cuando Harrison Ford anunciaba a Shakespeare in love como la mejor
película del año. Salvar al soldado Ryan,
La vida es bella y La delgada línea roja fueron tres obras
de arte sin el ansiado galardón superadas por una película, simplemente,
decente. Los presentes sospechaban que su productor, Harvey Weinstein, tenía
demasiados contactos dentro de la academia.
Dos años más tarde, el director más sobrevalorado de la
historia, Ang Lee, se llevaba el Oscar a la mejor película extranjera por Tigre y Dragón ante la cruda y
maravillosa Amores perros. Hollywood vio
un filón comercial, que no artístico, en el director taiwanés. La cúspide de su
explotación comercial vino con La vida de
Pi: su promoción estaba llena de teasers trailers espectaculares del
maldito tigre, con planos jamás vistos y cromas inventados, precisamente, para
esta película. Al final, un chaval tiene que luchar contra un tigre. Eso es
todo. Un tigre virtual y 600 millones de beneficio.
En el negocio del fútbol, los tigres de Ang Lee son los
tigres de Mendes y Raiola; Cristiano y Pogba. Dos futbolistas de élite con una
tropa de marcas y fans a sus espaldas pero, para los que sentimos este deporte,
no son los mejores. No son excelsos.

Una de las normas imprescindible del marketing es no dejar
nada al azar aunque esté basado todo en una mentira: En el pasado julio, Paul
Pogba publicaba una foto en blanco y negro posando con su Lamborghini, solo sale
en color una gorra y unas botas rojas. ¿Casualidad?, ninguna. Por aquel
entonces, teóricamente, seguía en la Juventus pero el United y Adidas
explotaron al máximo la imagen del futbolista para anunciar su fichaje en el
momento más importante; la primera jornada de la Premier League.
El Manchester United es el equipo, por excelencia, del
marketing. Las cuentas de sus futbolistas en redes sociales son, prácticamente,
iguales: todos salen con la camiseta promocional y patrocinan por todo lo alto
a sus respectivas marcas .Su grado de repercusión y número de seguidores es
gigantesco.
Sin embargo, la repercusión en el marketing de contenidos es
inversamente proporcional a sus resultados en el campo. Un equipo poco
trabajado que no sabe a lo que juega está cosechando peores resultados con
Mourinho que con Loius Van Gaal o David Moyes. Lo peor de todo es ver el grado
de apatía de sus jugadores. Aunque si lo pensamos en profundidad es normal que
no luchen: Martial es un chico de 21 años que le patrocina Nike y Foot Locker
mientras él se casa con su segunda esposa. Memphis Depay es un diamante en
bruto conocido en la noche de Manchester por pasear su Bentley y Rolls Royce
mientras tiene el apoyo de Under Armour. Incluso a Mourinho le podemos ver
anunciando Heineken. El juego ha pasado a un segundo plano.
Pasemos al tigre de Mendes, Cristiano Ronaldo: ha ganado su
cuarto Balón de Oro en el año de su gran declive físico. Para mí, en estos momentos,
no es ni un top 15. Y eso provoca que me cuestione varios aspectos. Se supone
que hay que ser excelso para ganar éste galardón, entonces ¿por qué no se lo
dan a Messi? Vale, supongamos que el asunto va por goles ¿por qué no se lo dan
a Aubameyang? Bueno, retomemos la pregunta y pensemos que va por el rendimiento
en la Eurocopa ¿por qué no se lo dan a Pepe? Aunque supongamos que la cosa va
por la capacidad de un jugador de echarse todo un equipo a las espaldas ¿por
qué no se lo dan a Bale?
El fútbol de élite ha pasado a ser una red de contactos
donde el marketing está por encima de lo puramente futbolístico. Cristiano es
para muchos una especie de héroe. Un héroe del que se sospecha que no ha
pagado 150 millones en impuestos, pero esta noticia ya no se verá en los
medios. Se ha tapado. Antes de que saliera a la luz, este caso de fraude, El
País y el ABC sacaron más de 100 noticias relacionadas con los casos de
Football Leaks. Desde que salió el nombre de Cristiano, en los papeles, ninguno
de estos periódicos ha vuelto a publicar nada relacionado.
El gran acierto de Jorge Mendes con su compañía fue crear
dos departamentos nunca antes visto en una agencia de representación;
departamento jurídico y departamento de imagen. Con estos dos departamentos el
señor Mendes ha sido capaz de lucrarse más que con el primero. Y su poder es
tan notarial que influye en los clubes y en la prensa.
Algo que no ha gustado nada a Mendes es el rumor sobre la
homosexualidad de su gallina de los huevos de oro. Cuando sale alguna foto con su amigo marroquí rápidamente
el publicista de CR envía fotos a la prensa con su nueva novia.
Supongamos que sí es homosexual. Si un icono como él declarara su homosexualidad sería un bombazo. Rompería barreras. La imagen del futbolista
sería aún mejor. Pasaría a ser el icono más representativo del puñetero mundo.
Pero si le damos una vuelta a la tortilla sabemos que los negocios más
lucrativos de CR están en los países árabes y allí la homosexualidad como que no
está bien vista.
Este post no lo escribo para despotricar sobre Cristiano y
alabar a Messi y cía. Al revés. Este post es una crítica hacia los futbolistas
de élite, los superagentes, las marcas y la prensa que han provocado que yo y
la sociedad estemos hablando de la homosexualidad de CR, de los coches de Depay
o de las mechas de Messi. Mientras ellos crean sospechosas asociaciones, falsas
ONG y llevan sus fortunas a paraísos fiscales para no pagar impuestos.
El fútbol de élite actual es como salir con una rubia
despampanante: se mira todo el rato al espejo mientras tú tienes que decirla lo
guapa que está como si estuvieses hojeando la plantilla del United. Es aburrida
como los partidos de mundiales y eurocopas con 0-0 y prórrogas interminables.
Se va de compras con tu tarjeta de crédito como cuando te pasan la factura de
Movistar fútbol o el chándal que te has comprado del Barcelona.
Pero, sobre todo, es superficial. Te deja vacío por dentro.
No sientes nada. Y yo para no sentir nada, mejor lo dejo. Si el fútbol solo nos
causa apatía e indiferencia mejor dejarlo marchar.