lunes, 24 de octubre de 2016

REY DE REYES

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Es fácil ser príncipe: recibe halagos de cualquier estatus social, desde la clase trabajadora hasta la más alta burguesía. No tiene grandes obligaciones, solo necesita hacer acto de presencia en los eventos programados para salir en la prensa. Es el invitado de honor en todas las fiestas, donde persigue a unas recíprocas faldas.
En el mundo NBA, Stephen Curry y Kevin Durant son dos príncipes. Dos príncipes queridos en cualquier parte del planeta. Llenan las noticias deportivas con sus espectaculares actuaciones y  las marcas les ofrecen contratos millonarios para poner sus rostros en los productos. Pero hay una diferencia sustancial entre lo que supone ser un príncipe y lo que supone ser un rey: un príncipe busca una princesa. Un rey sostiene un reino.

Todo rey recibe fuertes críticas por sus decisiones y debe estar alerta ante el ataque constante de jóvenes, y ambiciosos, enemigos que quieren su cabeza. El reinado del Rey James está lleno de baches, críticas y unos golpes tan fuertes que hubiesen provocado la abdicación de cualquier anterior rey.
Desde que llegó al reino, sus detractores pidieron su cabeza. El odio hacia el nuevo rey venía precedido por la campaña magistral de Nike donde se atrevieron a llamarle “El elegido”. Esos detractores lo tomaron como una falta de respeto hacia Michael Jordan. LeBron James era un chico de 18 años que todavía no había logrado nada. Pero, incluso, cuando sus cuatro MVPs y sus dos anillos justificaban la apuesta de Nike, los detractores siguieron burlándose de él. Los seguidores del rey veíamos a esas personas como unos nostálgicos anclados en un baloncesto noventero, y unos irrespetuosos ante la nueva ola surcada por LeBron James, Dwyane Wade y Carmelo Anthony en aquel maravillo draft del 2003.

El Rey James se quedó tirado en la lona en numerosas ocasiones contemplando como los reyes de otros reinos, Kobe Bryant, Tim Duncan o Kevin Garnett, se apoderaban del deseado anillo. La fórmula “LeBron y sus lebrones” no funcionaba. El rey no necesitaba súbditos, necesitaba fieles y excelsos escuderos. Por ello, llevó su reinado a tierras más cálidas. En Miami se hizo con la gloria pero no con el respeto. El respeto solo lo obtendría de una manera; siendo profeta en su tierra.

Los Cavaliers de 2015 estaban destinados a la gloria pero se toparon con los Warriors del Príncipe Curry, en una eliminatoria marcada por las lesiones y las actuaciones inhumanas del Rey James. Tal es así que se planteó, seriamente, otorgar el MVP de las finales al rey. Pero su equipo había perdido y el príncipe Curry desapareció durante toda la eliminatoria. Al final la NBA tuvo que otorgárselo al jugador encargado de parar al rey; André Iguodala.

Aquel verano, el Rey James se encerró con sus demonios.  Era su momento catártico: ese momento en el que debes alejarte de todo y penetrar en lo más profundo de tus entrañas para dar lugar a la versión mejorada de ti mismo.  Cuando disipo todos sus demonios cedió el rol de estrella a ese chico que era mejor que Curry pero nadie quiso verlo; Kyrie Irving. Relegó a Kevin Love a un tercer plano y enseñó al talentoso y díscolo JR Smith lo que era la disciplina.
De esa forma su reinado volvía a juicio en tierras californianas: El Príncipe Curry y sus escuderos venían de hacer una temporada histórica. El 3-1 hacia indicar que, una vez más, el rey iba a ser derrocado y, esta vez, la corona del reino NBA iba a estar en la cabeza del Príncipe Curry.  Sin embargo, los 41 puntos de LeBron en el quinto y sexto partido empataron la serie. El séptimo partido iba a dictaminar sentencia sobre la corona.

Si hay una jugada que suponga un antes y un después, en la forma de afrontar un partido, esa es el tapón de LeBron sobre, el siempre infravalorado, André Iguodala: el Rey James se alzó sobre el cielo de Oakland y exclamó- no voy a perder porque no me da la gana-
Irving sentenció un partido que dio a Cleveland el primer anillo de su historia.


Mañana empieza una nueva temporada NBA y nuestras, supuestas,  saludables ocho horas de sueño pasarán a mejor vida. Un servidor confiesa que es incapaz de tener una vida completamente diurna y organizada desde que un precoz LeBron le hizo levantarse del sofá a las tres de la madrugada.

Esta nueva temporada nos trae a jóvenes príncipes capaces de derrocar al rey; Stephen Curry, Kevin Durant, Russel Westbrook, Paul George y Kawhi Leonard serán los principales rivales del Rey James. Lo normal es que LeBron abdicara, que fuese feliz y se relajara, ya lo ha conseguido todo. Pero lo malo de la felicidad es que conlleva a la comodidad y la comodidad conlleva a la mediocridad.

Nosotros sabemos que no abdicará. El Rey James tiene un nuevo objetivo; ser el rey de reyes.