La NBA nos quiere vender la historia de Orlando Johnson como
la típica historia de superioridad que acaba cumpliendo el sueño americano pero
en realidad va más allá; es una historia que ni el propio Satanás hubiese
deseado hacer jamás.
Orlando Johnson nace en 1989 en el estado de California.
Pero no la California que nosotros conocemos de olas y alfombras rojas sino la
California que Obama nos esconde; drogas y pobreza (esta California representa
el 40% del estado). Nace en una ciudad y una época de auténtico cambio en la sociedad
americana donde el crack empieza a llevarse sus primeras víctimas y la lucha entre
bandas rivales crece a pasos agigantados. Una época de denuncia social representada
por el cine de Spike Lee, John Singleton y el grupo de rap NWA.
En esa aura de drogas y múltiples vicios se encontraba la
familia de Orlando. En ningún momento se supo nada del padre y la madre era una
adicta al crack. La madre de Orlando se rehabilitó de su adicción dispuesta
ayudar a su familia pero el mismo día que salió de la clínica fue asesinada en
un parque. Se dice que fue maltratada, violada y casi carbonizada.
Pero las desdichas no acaban aquí; Orlando, desde la muerte
de la madre, fue criado por su abuela. En una Nochebuena apareció por casa uno
de sus hermanos mayores, un traficante
de drogas que fue repudiado por su familia, y decidió llevarse al pequeño
Orlando de 6 años a su casa para que jugara a la nueva Playstation. Esa misma
noche la casa de la abuela se quemó y se murieron cuatro primos de Orlando.
Para colmó el otro hermano de Orlando se presento en casa del anterior a punta
de pistola pensando que uno de los carbonizados era Orlando.
Aquel día los dos hermanos mayores repudiados hicieron las
paces y decidieron inculcar nuevos hábitos y conocimientos al pequeño Orlando.
Además la abuela murió de un infarto repentino. Orlando estaba en el colegio
cuando pasó, se dirigió a casa y vio a un montón de gente alrededor de la
vivienda, llegó al salón y encontró a su abuela Muerta. Desde aquel día la
mirada de Orlando nunca volvió a ser la misma.
Fue entonces cuando sus hermanos cogieron las riendas y
vieron en el pequeño Orlando un talento con la pelota en las manos. Le
inculcaron disciplina desde el primer momento, sabían que Orlando les sacaría
de aquel infierno de vida.
En su primer año jugó en la universidad de Loyola, allí no
destacó y tuvo problemas con el entrenador lo que le llevo a ser expulsado y
suspendido un año entero sin jugar en la NCAA. Orlando seguía teniendo
mentalidad de barrio, seguía siendo el más gallo del corral pero más tarde
Orlando aprendió que los gallos van al matadero. Un inexperto Brian Shawn le
sacó del pozo y le hizo enfrentarse a
sus miedos, jugó en la segunda división de la NCAA y él solito llevó a
su equipo hasta el baile de marzo.
Sus portentosos números no le llevaron a la primera ronda
del draft y fue elegido por Sacramento en la posición 36 y aparentemente iba a ser cortado. Sin embargo apareció Larry
Bird y los Pacers se hicieron con sus derechos.
Orlando Johnson lleva dos años en la NBA y apenas es
conocido, apenas ha jugado pero para mí ya es un héroe; alguien que es capaz de
enfrentarse a sus demonios, salir del barrio y crecerse ante la adversidad
merece todos mis respetos.
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